Por Juan Manuel Cheppi
Hace algunos días, mientras esperaba la salida de mi hijo del colegio, escuchaba una conversación entre dos chicos -no debían tener más de quince años- sobre un conocido sitio de apuestas deportivas. Uno de ellos comentaba acerca de distintas combinaciones para ganar grandes premios y la seguridad con que ello iba a ocurrir. Él otro, inexperto sobre el tema, consultaba sobre bonos de ingreso y el capital necesario para poder jugar. Cuando ya estaba por retirarme del lugar, el comentario final me quedó grabado: “Ahora estoy jugando a tener más de cinco corners en el primer tiempo, en un partido de la liga de Malasia”.
La problemática de la ludopatía digital se acrecenta cada día. Diálogos como el anterior son cada vez más recurrentes y, lo que es más preocupante, se entablan en espacios de sociabilización joven: el colegio, los clubes, el barrio. Sin embargo, no debemos circunscribirnos únicamente a la ludopatía, sino por el contrario, tenemos que observar el plano completo: jóvenes asediados por pautas de consumo irracionales que desencadenan preocupación por el futuro inmediato afectando su bienestar emocional y estabilidad mental.
Desde hace un tiempo, podemos observar respuestas sencillas a problemas cotidianos en Instagram, Twitter o Tiktok. Adolescentes que se muestran en Dubai vendiendo cursos de traiding, mujeres jóvenes obteniendo mucho dinero a través de plataformas como onlyfans o repercusiones de algún caso aislado de alguna apuesta que dio en la tecla. La cara del consumo y la felicidad que llega mediante historias cortas y diseñadas desde el marketing digital presenta una fuerte contracara: miles y miles de jóvenes endeudados con problemas de salud mental como ansiedad al no alcanzar los mismos resultados, depresión por la comparación constante con vidas idealizadas, e incluso trastornos del sueño debido al estrés financiero y la presión por mantener una imagen de éxito.
A partir de este diagnostico, podríamos optar por el camino sencillo de responsabilizar los avances tecnológicos y el uso de dispositivos móviles. No obstante, lejos de ello, este flagelo debe ser observado como una cuestión integral que incluye la erosión de los valores que ponderamos como sociedad y la búsqueda constante e irracional de estereotipos de consumo y belleza.
En base a estas consideraciones, presenté un proyecto de ordenanza en el Concejo Deliberante de General Pueyrredón buscando que los chicos que asisten a escuelas municipales no puedan ingresar a páginas de apuestas a través del wifi escolar. Sin embargo, lejos de ser la solución de la problemática, el objetivo fue y sigue siendo posicionar la temática en agenda. Es importante diseñar y planificar políticas públicas que ataquen la raíz y no constituyan únicamente medidas paliativas. Es por ello, que estoy convencido que las fuerzas políticas, los entramados productivos, las instituciones religiosas, las comunidades educativas y todos los actores de la sociedad civil debemos trabajar para concientizar sobre estas prácticas y, por otro lado, promover los caminos del empleo genuino, las oportunidades de crecimiento y los espacios de concentración colectiva que escapen de la ilusión del dinero fácil. Para esto, tenemos que contar con el apoyo de todos los actores que forman y promueven valores en los jóvenes: las familias, las instituciones educativas, los clubes y las organizaciones de la sociedad civil.
En un momento de desprestigio a la política y al consenso, es importante oponerse al lema del gobierno Nacional del “sálvese quien pueda” y tomar cartas en el asunto para buscar un futuro de jóvenes con sueños, metas y esperanzas y no, por el contrario, de aquellos que esperan que un equipo de Malasia tenga más de ocho tarjetas amarillas para poder pagar las deudas que el propio juego genera. No obstante, es importante tener en cuenta que el problema de la idealización del consumo, el endeudamiento crónico y la depresión a partir de la comparativa con el otro no es nueva. La globalización y la hiper-conectividad aceleraron un proceso que muchos estaban viendo hace varios años.
Entre ellos, el Pity Alvarez que en su canción religión escrita en el 2001 nos decía:
“(…) Muchos confunden la felicidad
Con todas esas cosas que no pueden comprar
Yo no sé si será la televisión
Que les muestra un culo que no pueden tocar”
(*): Concejal Frente Renovador.